Carte Blanche

~>Personajes

Descubre algunos de los coloridos personajes de Carte Blanche… en sentido figurado, claro.


Edgar, el novato

Edgar es el jóven héroe de Carte Blanche. Ansioso por entrar al mundo laborar, terminará trabajando para Hombres Reales. Un trabajo en el cual la esperanza es un veneno, los buenos modales debilidad y el conocimiento académico una obligación. En esta nueva realidad, Edgar es menos que un novato: ni neófito, el Caperucita Roja de la jungla urbana.

De ahora en adelante ya no habrá nada facil. Dile adiós a la falda de mamá y hola a las mujeres de virtud cuestionable… bañadas de viruela. Dale un beso de despedida al disfrute del chocolate caliente al lado del hogar. Aquí tu combustible tiene 80 grados de alcohol.

Aquí comienza la vida real. Aquí sólo te lavas cuando hiedes. Aquí bebes para olvidar. Aquí a veces buscas por un hombre sobre el cual apoyarte y no lo encuentras. Nunca. Aquí a veces estornudas y luego te suenas la naríz.


Gaspard Lemaître, investigador privado

Buen conocedor de la raza humana, intuitivo, agudo, cincuentón, será el guía de Edgar en su entrada al mundo adulto. Muy introvertido, nunca habla de su pasado y no parece hacer nunca planes futuros. Cree que los hombres son viles y está dispuesto a explotar este hecho lo más que pueda. Cree que Dios no creó al hombre a su propia imagen, si no como mascota. De hecho, considera que la Biblia es un mensaje encriptado que da direcciones hacia el alijo de oro de los primeros cristianos. De dónde sacó la idea de que estos tenían oro en primer lugar es algo que nadie sabe


Jeannine, secretaria

No tiene edad definitiva, casi no tiene sexo, no tiene pasión, nunca conoció el amor, no tiene nada excepto la inteligencia fria de los encogedores de cabezas del Amazonas. Fuma. Adora a su reptil como a su propio hijo. Fuma. Mano de acero dentro de un guante de alambre de púas, gobierna toda la vida que se encuentra entre las cuatro paredes de la oficina de investigadores privados… la que se atreve a respirar en su presencia, claro. Alimenta a su hijo con colillas de cigarrillos… quiero decir, alimenta a su reptil con colillas de cigarrillos. Probablemente esté encendiendo uno ahora mismo. Fumará hasta el fin de los tiempos. No ha nacido, y tal vez nunca muera. Me da miedo.


Télésphore Doucet, comerciante de antiguedades

Esconde su edad y su orientación sexual, esconde una buena porción de sus ingresos de los recaudadores de impuestos, esconde su pasado, esconde el gusto por el opio, esconde obras de arte extremadamente raras, esconde su sobrepeso, esconde sus dientes amarillos casi tan bien como sus creencias políticas y religiosas. Demuestra mucha confianza, un buen sentido de la estética, una indiferencia masculina, conocimiento teórico agudo y noble arrogancia. Precisamente adulador, esconde bien su juego y juega sus buenas cartas.


Hermanos Strozzi, gangsters burdos

Muy juntos el uno del otro, los hermanos Strozzi se separan sólamente bajo la absoluta necesidad de orinar o copular. En lo que respecta a inteligencia, parece que los dos tuvieran medio cerebro, y el horroroso dialecto que utilizan para comunicarse es la sinapsis entre los dos. Ocupación: Criminales autónomos; sus ahorros no les duran ni una semana, lo cual es conveniente porque su memoria no va más allá. Al final, tendrían poco valor en el fresco turbio que es Montreal si su destino no estuviera enlazado al de Edgar. En su subida por la escalera social, tendrá que pisar sobre sus cabezas para llegar al siguiente nivel.


Señora Malaki, propietaria

Por siempre en duelo por su finado marido, la señora Malaki se lamenta por su condición de viuda, por su nativa Grecia que nunca más volverá a ver, por la ingratitud de sus inquilinos que no saben absolutamente nada sobre el sufrimiento real. Desconcierta día tras día a nuestro pobre Edgar, que tendrá que lidiar con esa atmósfera de contricción forzada que ella esparce por todo el edificio, como tierra sobre el ataúd. Escucha las puertas, lo sabe todo sobre lo que sucede en su pequeño mundo y a veces entra en estado de trance sin causa aparente.


Dr Freeman

Soverano médico de la morgue Municipal. “Doctor de los muertos”, es ciertamente lo que escribiría en su targeta de presentación, si los vivos fueran más abiertos. Según él, la vida no es más que un lento proceso de manufactura. Cree que trabaja las noches sobre el proceso finalizado. Ha reducido al mínimo sus relaciones con los vivos. Le gustan los bufetes fríos, no le importa la frescura de la comida. Le gusta escribir en los registros oficiales con tinta India. Es, bajo su propio estándard “bon-vivant”.

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